Cuando pase mi tiempo
y la hora me llegue,
que me cite a una boda
maragata la muerte.
Sólo pido que el tálamo
en Astorga se eleve,
que me porten a hombros
mis amigos de siempre
y me abrace la tierra
que besé tantas veces.
Que mi lecho ni en mármol
ni en cemento se cierre,
pues ya tuve prisiones;
mi epitafio en la nieve
y que el viento lo escriba
cada mes de noviembre.
Que mi cruz sea la sombra
de algún álamo ausente,
y el susurro del aire
en sus hojas me rece;
ningún llanto, que el eco
ya lloró muchas veces.
Que no ensucien mi tumba
con crespones que mienten
y que amarran coronas;
sólo flores que siembren
pajarillos y abejas
y estercolen mis sienes.
Y que, siendo ya polvo,
El Teleno me avente
y mis restos esparza
entre espigas silvestres.
El Teleno
y la hora me llegue,
que me cite a una boda
maragata la muerte.
Sólo pido que el tálamo
en Astorga se eleve,
que me porten a hombros
mis amigos de siempre
y me abrace la tierra
que besé tantas veces.
Que mi lecho ni en mármol
ni en cemento se cierre,
pues ya tuve prisiones;
mi epitafio en la nieve
y que el viento lo escriba
cada mes de noviembre.
Que mi cruz sea la sombra
de algún álamo ausente,
y el susurro del aire
en sus hojas me rece;
ningún llanto, que el eco
ya lloró muchas veces.
Que no ensucien mi tumba
con crespones que mienten
y que amarran coronas;
sólo flores que siembren
pajarillos y abejas
y estercolen mis sienes.
Y que, siendo ya polvo,
El Teleno me avente
y mis restos esparza
entre espigas silvestres.
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